En los últimos años, el precio de la carne ha sido un desafío para los gobiernos debido a su alto impacto en la inflación. Sin embargo, este rubro ha brindado alivio al Índice de Precios al Consumidor (IPC) en lo que va del año. En términos reales, la carne es hoy un 15% más barata que hace diez meses. No obstante, esto no evitó que el consumo cayera a niveles históricamente bajos.

Según un reciente estudio del economista Franco Artuso, del IERAL, la carne ha sido uno de los rubros que menos presión ha ejercido sobre los precios al consumidor en lo que va del año. La disminución real en el precio de la carne «ha contribuido al retroceso de la inflación que se viene observando en este 2024», afirmó Artuso.

Sin embargo, dos factores podrían revertir esta tendencia. Por un lado, si la actividad económica comienza a repuntar hacia fines de año, como se espera, las familias podrían retornar a sus patrones de consumo habituales, aumentando la demanda de carne vacuna. Actualmente, el consumo está en niveles mínimos, ya que los hogares han sustituido la carne vacuna por otras más económicas, como el pollo o el cerdo.

Por otro lado, la oferta también podría influir en un aumento de precios. La producción de carne cayó casi un 9% interanual durante los primeros siete meses del año. Se espera que este año la faena y la producción de carne cierren por debajo del año anterior, que fue récord. Además, estacionalmente, el precio de la hacienda en pie tiende a subir en los últimos trimestres. A esto se le suma la posibilidad de un mayor precio para la exportación. Específicamente, por la reciente reducción de aranceles sobre los productos cárnicos, las presiones al alza en los precios al consumidor podrían intensificarse.