La vitamina D, conocida como la «vitamina del sol», es esencial para la salud ósea y muscular, pero su deficiencia afecta aproximadamente al 50% de la población mundial, según datos de Cleveland Clinic. Esta carencia puede tener consecuencias graves, desde debilidad muscular hasta enfermedades óseas como raquitismo en niños y osteomalacia en adultos.

La principal causa de la deficiencia de vitamina D es la falta de exposición al sol. Aunque la piel produce vitamina D al exponerse a la luz solar, factores como el uso de protector solar, la pigmentación de la piel, la edad avanzada y la ubicación geográfica pueden limitar esta síntesis. Según Yale Medicine, las personas que viven en climas con poca luz solar o que pasan la mayor parte del tiempo en interiores tienen un mayor riesgo de presentar niveles insuficientes.

Además, ciertas condiciones médicas dificultan la absorción de esta vitamina, entre ellas:

  • Enfermedades inflamatorias intestinales como Crohn o colitis ulcerosa.
  • Enfermedad celíaca.
  • Fibrosis quística.
  • Fallo renal o hepático.
  • Cirugías bariátricas o resección del intestino delgado.

La dieta también influye, aunque los alimentos ricos en vitamina D, como pescados grasos, huevos y productos fortificados, no siempre son suficientes para cubrir las necesidades diarias. Según la dietista Nichola Ludlam-Raine, opciones como leches vegetales y cereales enriquecidos pueden complementar la ingesta, pero en muchos casos se requiere suplementación.

Síntomas y consecuencias

Aunque muchas personas con deficiencia de vitamina D no presentan síntomas evidentes, algunas señales pueden incluir:

  • Cansancio crónico.
  • Propensión a infecciones.
  • Dolor óseo y debilidad muscular.
  • Pérdida de cabello.
  • Cicatrización lenta de heridas.

Un estudio publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos encontró que el 89% de las participantes con fatiga crónica tenían niveles deficientes de vitamina D. Además, su relación con el sistema inmunológico es crucial. Según el profesor Ashley Grossman de la Universidad de Oxford, algunos estudios sugieren que la suplementación podría reducir el riesgo de infecciones respiratorias agudas, aunque los resultados aún no son concluyentes.

Tratamiento y prevención

El tratamiento de la deficiencia de vitamina D incluye:

  1. Suplementación: las formas más comunes son la vitamina D₂ (ergocalciferol) y D₃ (colecalciferol), siendo esta última más efectiva. Las dosis varían según la gravedad de la deficiencia, la edad y las condiciones médicas del paciente.
  2. Cambios en la dieta: incorporar alimentos ricos en vitamina D como pescados grasos (salmón, sardinas), huevos y productos fortificados (cereales, jugos, leches).
  3. Exposición solar controlada: se recomienda una exposición moderada al sol (15 minutos, tres veces por semana) para estimular la producción natural de vitamina D en la piel. Sin embargo, algunos expertos desaconsejan esta práctica debido al riesgo de cáncer de piel.

En casos severos de malabsorción, como en pacientes con enfermedad celíaca o fibrosis quística, pueden ser necesarias dosis más altas o medicamentos específicos como el calcidiol.