Un nuevo estudio ha revelado que el sueño profundo juega un papel fundamental en la recuperación tras un infarto de miocardio. Investigadores de Mount Sinai descubrieron que el cerebro y el corazón trabajan en conjunto para inducir un sueño reparador que acelera la sanación del tejido cardíaco.

Después de un infarto, el cuerpo activa un mecanismo de defensa natural: el sueño profundo. Durante esta fase de descanso, el cerebro reduce el estrés y la inflamación, creando un ambiente ideal para que el corazón se recupere. Este proceso involucra a células inmunes llamadas monocitos, que viajan al cerebro y desencadenan una respuesta inflamatoria controlada que promueve el sueño y la reparación del tejido cardíaco.

El sueño profundo ofrece múltiples beneficios para la salud cardiovascular:

  • Reduce el estrés: disminuye la actividad del sistema nervioso simpático, lo que conlleva una menor frecuencia cardíaca y presión arterial.
  • Limita la inflamación: ayuda a reducir la inflamación en el corazón, acelerando el proceso de reparación.
  • Fortalece el sistema inmunológico: es esencial para mantener un sistema inmunológico fuerte, lo que ayuda a combatir infecciones y enfermedades.

Este descubrimiento tiene importantes implicaciones para la rehabilitación cardíaca. Los médicos ahora reconocen el sueño como un pilar fundamental en la recuperación y están incorporando estrategias para mejorar la calidad del sueño en sus pacientes. Al promover un descanso adecuado, los profesionales de la salud pueden ayudar a reducir el riesgo de complicaciones y acelerar la recuperación de sus pacientes.

Cómo mejorar la calidad del sueño después de un infarto

Para aprovechar al máximo los beneficios del sueño en la recuperación cardíaca, es importante adoptar hábitos saludables para dormir:

  • Establecer una rutina: ir a dormir y levantarse a la misma hora todos los días, incluso los fines de semana.
  • Crear un ambiente propicio: asegurarse de que el dormitorio sea tranquilo, oscuro y fresco.
  • Evitar estimulantes: limitar el consumo de cafeína y nicotina, especialmente por la tarde y noche.
  • Reducir el estrés: practicar técnicas de relajación como la meditación o el yoga.
  • Consultar a un especialista: si tienes dificultades para dormir, consulta a un médico o especialista en sueño.