El reconocido chef argentino Germán Martitegui describió los alimentos ultraprocesados como una “adicción diseñada” que apunta directamente al cerebro infantil. Según Martitegui, estos productos contienen combinaciones precisas de sal, azúcar y grasas saturadas que fomentan antojos y dependencia. Sus declaraciones no solo generan debate, sino que están respaldadas por investigaciones científicas, como un estudio publicado en Annual Review of Nutrition, que equipara el impacto adictivo de los ultraprocesados con el del tabaco y el alcohol.

La Federación Mundial de Obesidad advierte que el consumo de alimentos ultraprocesados alcanzó niveles alarmantes entre niños y adolescentes. En países como México y Chile, casi un tercio de las calorías diarias proviene de estos productos, mientras que en el Reino Unido y Estados Unidos esta proporción asciende a casi el 60%. Este fenómeno ha contribuido al aumento de la obesidad infantil y de enfermedades no transmisibles.

Qué son los alimentos ultraprocesados

Los ultraprocesados, clasificados dentro del grupo 4 según la categoría NOVA, son productos elaborados principalmente con sustancias derivadas de alimentos, pero con escasa o nula presencia de ingredientes naturales. Refrescos, galletas, comidas instantáneas y otros productos con aditivos cosméticos diseñados para mejorar su sabor y durabilidad forman parte de esta lista.

La doctora Camila Corvalán Aguilar, experta en nutrición de la Universidad de Chile, explica que estos alimentos no solo son altamente accesibles, sino que han reemplazado a los alimentos naturales en la dieta diaria de muchas personas. Este cambio en los patrones alimentarios es especialmente notable en niños y adolescentes, donde más del 50% de las calorías diarias en varios países provienen de ultraprocesados.

Impacto en la salud infantil y mecanismos asociados

Los ultraprocesados suelen ser ricos en calorías, azúcares, grasas saturadas y sodio, pero carecen de nutrientes esenciales como proteínas, vitaminas y fibra. Este desequilibrio nutricional fomenta el desarrollo de enfermedades como la obesidad, diabetes tipo 2 y problemas cardiovasculares. Además, la textura y composición de estos alimentos dificultan la regulación del apetito, ya que no activan las señales de saciedad necesarias para limitar el consumo.

Estudios como el realizado por los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos en 2019 han demostrado que las personas consumen significativamente más cuando se les ofrece una dieta de ultraprocesados, incluso en un corto periodo de tiempo, lo que lleva a un aumento de peso considerable.

La solución: cambios estructurales y educativos

Para combatir esta problemática, los expertos proponen implementar políticas públicas que promuevan entornos alimentarios más saludables, restringiendo la disponibilidad de ultraprocesados y fomentando el consumo de alimentos naturales. La Sociedad Argentina de Pediatría destaca la importancia de incorporar opciones saludables como agua segura, frutas frescas, semillas, yogures sin edulcorantes artificiales y sándwiches elaborados con ingredientes frescos y bajos en grasas.

La transición hacia hábitos alimentarios más saludables requiere un esfuerzo colectivo entre familias, escuelas y gobiernos. Mientras tanto, las declaraciones de figuras públicas como Martitegui y las investigaciones científicas ofrecen un marco claro para reflexionar sobre cómo los alimentos ultraprocesados afectan no solo la salud física, sino también los comportamientos alimentarios de las nuevas generaciones.