El efeméride oficial para el día de hoy reza: «Tropas argentinas desembarcan en Port Stanley, capital de las Malvinas a la que luego se llamará Puerto Argentino, y desalojan a las autoridades británicas de las islas usurpadas por el Reino Unido en 1833. Comienza así una guerra en la que murieron 649 argentinos durante los 74 días de conflicto con los británicos». Corto y conciso, no da vueltas. Sin embargo, no refleja ni por asomo el imborrable huella que dejó para quienes lo vivieron, y para todos aquellos que fueron espectadores.

Desde chicos escuchamos a los mayores contar: «Se enlistaron jóvenes de todo el país, tanto por propia voluntad como aquellos que apenas terminaban el Servicio Militar Obligatorio». La Guerra fue sumamente cruenta, como todo escenario bélico, pero afectó especialmente a un país que ya venía debilitado en sus instituciones por un golpe de estado; y este hecho vino a ser uno de los últimos, sino el último exacto, en clavar el ataúd de una época. Sin embargo, el día de hoy se conmemora a aquellos que, en pos de un ideal que pensaron posible (como todos los que fuimos jóvenes), entregaron una parte de su vida por la patria.

«Gesta de Malvinas» se denomina a la proyecto por el cual recordamos todos los años, a los que regresaron y a los que nos acompañan sólo con su recuerdo: 649 bajas en 74 días de conflicto. En el día de hoy, en diálogo con VoveTucumán dos héroes veteranos nos compartieron sus vivencias sobre el conflicto.

Auxiliar Maquinista en Calderas

Ernesto Javier Bulacio, se incorporó en septiembre de 1981, sorteado para el Servicio Militar Obligatorio, tocándole la Marina. Luego de dos meses de instrucción en Campo Sarmiento, Puerto Belgrano, Bahía Blanca, le destinan a la flota de guerra. En concreto al Portaaviones, A.R.A «25 de Mayo», en la sala de máquinas.

«Me ponen en sala de máquinas. Había dos: una en proa y otra en popa. Es como estar en un ingenio, con calderas que fabrican vapor. Extraen agua del mar, la potabilizan un poco, la desalinizan y las hierven en las calderas. Ese era mi puesto de trabajo y combate, cuando estábamos en la zona de exclusión. Me desempeñé a bordo como Auxiliar Maquinista en Calderas», nos cuenta el veterano. También nos aclara que la caldera de proa, donde se encontraba su puesto, era la encargada de alimentar la -catapulta- para los aviones; los caza bombarderos a reacción A4Q Navales, y los Trackers, a hélice, para lucha antisubmarina. Dichas catapultas necesitaban de la energía a vapor, y lograr una coordinación exacta entre ambas, para poder enviar los aviones. «El recuento era de 14 para catapultar, con un espacio de 3 minutos entre cada uno».

Operativo Azul, una misa y Operación Rosario para recuperar las Islas

«Ya en navegación de guerra, cuando partimos el 28 de Marzo hacia el sur, nadie sabía nada que íbamos a recuperar Malvinas. Nos enteramos el 1 de abril, cuando intentan desembarcar y el mar estaba embravecido por una tempestad. No se podía desembarcar para el Operativo Azul. Entonces, Seineldín, el comandante que iba en el Cabo San Antonio, encomienda una misa a un cura que iba con los soldados. El Padre Pedro la ofició 1 de abril, para que se calmen las aguas y se pueda hacer el desembarco. Pasó de llamarse Operativo Azul, a Operación Rosario, porque se le encomendó justamente a la Virgen del Rosario que calmara las aguas. Y así fue. Una vez que redujeron a todos los militares ingleses, se recuperan las Malvinas el 2 de abril. Toda la operación, la comandaba el Portaaviones 25 de Mayo».

«Fueron 14 días bajo acciones de armas y sensores enemigos. No podían dispararnos, porque los submarinos debían salir a flote. Éramos 1400 tripulantes a bordo. En el Belgrano eran 1090. Desde mi punto de vista, esa es la parte más dolorosa: como perdieron la vida mis compañeros, mis camaradas del crucero Belgrano. Nos podría haber tocado la misma suerte a nosotros, ya que éramos los dos buques más grandes, y el buque insignia era el portaaviones».

Instrumentadora quirúrgica voluntaria

Silvia Barrera, Instrumentadora Quirúrgica y personal civil del ejército, se ofreció en 1982, junto a cinco compañeras, como voluntaria para el Hospital Militar de Puerto Argentino. Sin embargo, debido a improvisaciones propias de un escenario bélico, y ciertas cuestiones de género, debieron quedarse a trabajar a bordo del Buque Almirante Irizar, el cual quedó anclado frente a la bahía de dicho puerto.

«Estuvimos ahí desde el 8 de junio hasta el 18. Pasamos 6 días de bombardeos continuos, durante todas las noches, hasta el 14 de junio que vivimos la noche más tremenda. Nos avisaron el día 13, que el 14 se firmaría el cese del fuego. Después estuvimos 4 días más, hasta que los ingleses nos dejaron volver al continente el 18 de junio. Durante esos días, evacuamos a todos los heridos del Hospital de Puerto de Argentino. El Almirante Iriza tenía una capacidad de 250 camas, y nosotros trajimos 320 heridos».

Para finalizar, Silvia nos cuenta como recibe este nuevo aniversario: «Estos 40 años nos encuentran con un acompañamiento de toda la gente y todo el país; a los veteranos de guerra, que es impresionante. Eso es el fruto de nuestro silencioso trabajo por las escuelas, con los centros de veteranos, las agrupaciones de los Hijos de Veteranos. Recordamos a los caídos que están en las islas, siendo los guardianes de nuestra soberanía. Las Malvinas son y siempre serán argentinas».

Reflexión

Sin duda la valentía de aquellos que dieron todo sin pensarlo, y el recuerdo traídos por aquellos que pudieron sobrevivir para contarlo; es un baluarte para la patria y la memoria. Valores que muchos consideran perdidos actualmente.

Como siempre, sólo muere aquello que es olvidado, y Malvinas es un recuerdo que difícilmente caiga en el olvido. El legado de aquellos guardianes, como dijo Silvia, que protegen nuestra soberanía desde las Islas; ahora es patrimonio de todos los argentinos que, aunque les recordemos todos los días del año, los 2 de abril especialmente, siempre conmemoraremos su valor y sacrificio.