El 25 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Ataxia, una enfermedad neurológica que afecta la coordinación motora y puede provocar serias dificultades en el equilibrio, la marcha y la movilidad. Esta afección es el resultado de lesiones en el sistema nervioso central, especialmente en el cerebelo, aunque puede afectar otras áreas del cerebro, la médula espinal y los nervios periféricos, lo que genera problemas de coordinación en varias partes del cuerpo. La palabra «ataxia» proviene del griego y significa «sin orden», haciendo referencia a los desajustes motores que experimentan los pacientes.

La ataxia puede aparecer en cualquier momento de la vida, afectando tanto a niños como a adultos. Los síntomas varían de una persona a otra, pero los más comunes incluyen pérdida de equilibrio, dificultad para hablar (disartria), visión borrosa o doble, temblores y torpeza en los movimientos de las extremidades. En algunos casos, las personas afectadas experimentan caídas frecuentes y dificultades para coordinar los movimientos, lo que afecta su calidad de vida. Estos síntomas pueden progresar lentamente durante décadas o desarrollarse rápidamente en cuestión de meses, dependiendo del tipo de ataxia que se presente.

Las causas de la ataxia son diversas. Puede ser consecuencia de enfermedades como el accidente cerebrovascular (ACV), esclerosis múltiple, tumores, traumatismos craneoencefálicos, deficiencias vitamínicas o alteraciones metabólicas. También puede ser causada por infecciones del sistema nervioso central o por el uso prolongado de ciertos medicamentos. Asimismo, el alcoholismo crónico puede causar un tipo de ataxia caracterizada por la inestabilidad en la marcha. Además, existen ataxias hereditarias que se transmiten genéticamente y que pueden afectar a varios miembros de una misma familia.

El diagnóstico de la ataxia requiere una evaluación clínica exhaustiva, acompañada de estudios de neuroimágenes, análisis de laboratorio, y en algunos casos, pruebas genéticas. Es fundamental identificar la causa subyacente para determinar el tratamiento más adecuado. Si la ataxia es causada por deficiencias vitamínicas, metabólicas o medicamentos, su tratamiento puede mejorar significativamente la condición del paciente. En los casos hereditarios, algunos tratamientos específicos pueden ayudar a mitigar los síntomas, aunque no exista una cura definitiva.

En cuanto al tratamiento, aunque no todas las ataxias tienen cura, la rehabilitación neurológica juega un papel clave en mejorar la funcionalidad y evitar complicaciones. Las terapias físicas, ocupacionales y del habla son esenciales para ayudar a los pacientes a mantener la movilidad y mejorar su calidad de vida. Mantenerse activo físicamente es fundamental para las personas con ataxia, y es recomendable que sigan un plan de ejercicios supervisado por un profesional de la salud.

Vivir con ataxia puede ser desafiante tanto para los pacientes como para sus familias. La enfermedad no solo afecta la movilidad física, sino que también puede provocar depresión y ansiedad. Los expertos recomiendan un enfoque integral que incluya apoyo psicológico y grupos de apoyo para ayudar a los pacientes y a sus seres queridos a enfrentar los desafíos de esta afección.