Alberto Fernández criticó la exclusión de Cuba y Venezuela dispuesta por Estados Unidos en el armado de la Cumbre de las Américas, que acaba de concluir sin mucho relieve. Y casi de inmediato, se encargó de destacar que no hubo reproches de Joe Biden y que, además, su posición era conocida por Washington. Con esas dos expresiones, el Presidente resume el sueño de ser protagonista de una nueva articulación política a escala regional.

Las omisiones de Alberto Fernández en la cita de Los Ángeles no constituyen un dato aislado. Fue tan notorio que algunos integrantes de la delegación argentina se lo señalaron al Presidente, sin mucho éxito. En abril último, Fernández dio la primera señal concreta para mejorar los vínculos diplomáticos con Venezuela, algo que empezaba a eliminar algunas sinuosidades y contradicciones en ese frente externo, y que operaba en sintonía con el reclamo kirchnerista.

Esta vez, el presidente no aludió a los cambios o mejoras expuestas cuando anunció la decisión recrear las relaciones con Venezuela. El foco, en este tramo, estuvo colocado en las críticas a los bloqueos aplicados por Estados Unidos a Cuba y Venezuela, cuestionables por diversas cuestiones políticas y sociales, además de la escasa efectividad.

En la misma línea, aunque en otro escalón, se refirió a los contactos con Maduro. Con cierto entusiasmo, unía esos elementos para dar señales en dos direcciones: sintonía con Washington y mejor relación con Caracas. Señal también para el frente interno. Y algo así como una movida para articular intereses de la región y de Estados Unidos. Inexplicable por su dimensión. Y una extraña señal para la política exterior del país.