Este domingo 11 de febrero, la Iglesia Católica presenciará la canonización de una nueva santa y, para Argentina, será la primera. María Antonia de San José de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, será elevada a los altares en una ceremonia especial en la Basílica de San Pedro. Un gesto significativo del Papa Francisco, quien valora profundamente la figura de esta futura santa y su relevancia en la historia argentina.

En una carta dirigida a los paisanos de Antula en la provincia de Santiago del Estero, el Papa destacó su pasión y extraordinario dinamismo. En 1745, Mama Antula, con apenas 37 años, hizo votos privados y se dedicó a obras de caridad. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, asumió la responsabilidad de continuar su labor en Argentina. Lo que la llevó a recorrer más de 4.000 kilómetros descalza a lo largo del Virreinato del Río de la Plata.

El Cura Brochero

En paralelo, el Papa Francisco comparte una profunda admiración por el Cura Brochero, asociado de manera espontánea con Mama Antula. Brochero dedicó su vida a ayudar a los enfermos y moribundos, incluso durante la epidemia de cólera de 1867. Su entrega lo llevó a perder la vista y el oído por la lepra, pero continuó construyendo iglesias, capillas y escuelas. Cruzando montañas y abriendo caminos para llevar la palabra de Dios a lugares remotos.

El Papa Francisco conoció las hazañas pastorales de Brochero en 1958, inspirándose en sus acciones altruistas. En 2013, lo declaró beato, y en 2016, lo canonizó como el primer santo «totalmente» argentino. Ahora, es el turno de Mama Antula, una «caminante con el polvo pegado a los pies», cuya canonización se espera que aporte beneficios a la Argentina actual, inmersa en desafíos y convulsiones.

Mama Antula y el Cura Brochero, aunque parezcan personajes literarios de la época, se manifiestan en el presente como ejemplos vivos de fe y entrega a la comunidad. Su legado perdura en la memoria colectiva, confirmando que «los santos crecen, después que mueren, en la fe de su pueblo«.