En la búsqueda de ideales físicos impuestos, muchas personas recurren a dietas restrictivas que resultan en estilos de alimentación poco saludables. Se habla de «tener una mala relación con la comida» para describir comportamientos y actitudes poco saludables hacia la alimentación.

“Tener una mala relación con la comida implica una conexión psicológica negativa con la alimentación, con patrones de comportamiento y pensamientos distorsionados sobre la comida”, explica la médica especialista en Medicina Interna y Nutrición, Marianela Aguirre Ackermann, integrante del Grupo de Obesidad de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN). Aguirre Ackermann señala que, en una mala relación con la comida, la alimentación y el cuerpo ocupan una cantidad desproporcionada del espacio mental y emocional. Llevando a sentimientos de culpa o miedo al comer, y a patrones alimentarios extremos como dietas muy restrictivas, atracones o ayunos.

El doctor en Psicología, Flavio Calvo, añade que “hay personas predispuestas a desarrollar una relación conflictiva con la comida según su entorno familiar, cultura y experiencias personales”. Calvo destaca que entornos con un énfasis excesivo en la apariencia física o con falta de educación nutricional adecuada pueden hacer a las personas más vulnerables a estos problemas.

Calvo también menciona que “familias donde no hubo una correcta expresión emocional tienden a ‘tapar’ emociones con comida”. Desde la primera alimentación con leche materna, se vinculan comida y emociones, y este vínculo puede persistir de manera negativa si no se ha recibido una buena educación emocional.

Comer con sentido

Tener una relación saludable con la comida, según Aguirre Ackermann, implica comer conscientemente. Es decir, escuchando las señales de hambre y saciedad del cuerpo. Disfrutando de una variedad de alimentos sin culpa, y no usando la comida para manejar emociones. «Comer consciente se trata de priorizar nuestras necesidades biológicas», sostiene Aguirre Ackermann. Este enfoque promueve escuchar y respetar las señales internas de hambre y saciedad. Por ejemplo, comiendo cuando se tiene hambre y parando de comer cuando se está satisfecho.

Similar a la respiración consciente, la alimentación consciente implica estar presente y plenamente involucrado en la experiencia de comer. Apreciando sabores, texturas y sensaciones de los alimentos, y logrando el autocontrol para comer la porción necesaria.

Los beneficios de tener una relación sana con la comida incluyen un mejor control del peso corporal, reducción del riesgo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, hipertensión y ciertos tipos de cáncer. Además, una mejor percepción del cuerpo y una mayor autoestima se traducen en una actitud más positiva hacia uno mismo. También puede reducir el estrés y la ansiedad relacionados con la alimentación, influyendo positivamente en el estado de ánimo.