En la madrugada del sábado, Joseph Ratzinger, mejor conocido como Benedicto XVI, falleció de causas naturales, a los 95 años. El conocido como «Rottweiler de Dios», por su férrea posición como guardián de la ortodoxia católica, venía hace tiempo presentando una salud cada vez más desmejorada. Fue conocido por renunciar a su cargo como Vicario de Cristo en la Tierra. Puesto que luego ocuparía Jorge Bergoglio, bajo el nombre del Papa Francisco.

Su elección como Papa, el 19 de abril de 2005, no causó demasiada sorpresa. Ratzinger, entonces de 78 años, y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, era el más estrecho colaborador de Juan Pablo II, desde comienzos de los años 80. Casi 8 años después, sorprendió al mundo entero presentando su renuncia, el 28 de febrero de 2013, algo que no sucedía desde el siglo XIII. Ningún pontífice renunciaba, sólo la muerte abría el proceso de la sucesión.

Benedicto XVI pasó los años de su retiro en una residencia en el interior del Vaticano. No padecía ninguna enfermedad severa, sólo los achaques normales de su edad avanzada. Progresivamente había ido perdiendo la movilidad y la voz, lo que limitaba aun más sus apariciones públicas y su participación en oficios religiosos.

Desde la arquidiócesis de Tucumán, el obispo, Monseñor Sánchez y obispo auxiliar, Monseñor Ferrari, invitan a toda la feligresía, a participar de la misa exequial. La ceremonia tendrá lugar en la Catedral de Tucumán, a las 12 del mediodía. «En una profunda acción de gracias a Dios por la vida de nuestro Papa Emérito. Y a unirse en oración por su eterno descanso».