Anualmente, miles de personas sufren paros cardiorrespiratorios fuera del ámbito hospitalario, siendo el infarto agudo de miocardio (IAM) una de las principales causas. Aunque ambos conceptos suelen confundirse, no son equivalentes, aunque sí están estrechamente relacionados.

El infarto ocurre cuando el flujo sanguíneo se interrumpe y las células del corazón dejan de recibir oxígeno, provocando su muerte. Este proceso, conocido como necrosis, puede derivar en un paro cardíaco si no se actúa de inmediato. La obstrucción de una arteria coronaria impide la circulación sanguínea y genera isquemia, una condición que desencadena dolor y malestar severo en el pecho.

Signos de alerta: cómo identificar un infarto

El dolor torácico, también llamado angina de pecho, es el síntoma más común. Se presenta como una presión intensa en la zona central del tórax, muchas veces irradiándose hacia el brazo izquierdo, la mandíbula, el cuello o la parte superior del abdomen. La sensación de opresión puede acompañarse de sudoración, palidez, náuseas o dificultad para respirar.

Sin embargo, no todos los cuadros se manifiestan de la misma manera. En personas diabéticas o en mujeres, los síntomas pueden ser más difusos y percibirse como un cansancio extremo o malestar digestivo, lo que dificulta su reconocimiento.

Diferencias entre un infarto y otras afecciones

No todo dolor en el pecho implica un infarto. Existen otras condiciones que pueden generar molestias similares sin representar la misma gravedad. Algunas de ellas incluyen:

  • Dolor pleurítico: relacionado con problemas respiratorios, se percibe como una punzada que empeora al inhalar profundamente.
  • Tensión muscular: común tras esfuerzos físicos, provoca molestias en el pecho que se intensifican al mover los brazos o presionar la zona afectada.
  • Estrés y ansiedad: puede generar una opresión torácica que se confunde con síntomas cardíacos.
  • Trastornos digestivos: el reflujo gástrico y otras afecciones esofágicas pueden provocar ardor o presión en el pecho, especialmente después de comer.

Ante cualquier dolor persistente o atípico, se recomienda acudir a un centro de salud para una evaluación médica.

Qué hacer ante una emergencia

Si se sospecha un infarto, la respuesta debe ser inmediata. Llamar a los servicios de emergencia es la prioridad, proporcionando información precisa sobre los síntomas, su duración y la condición médica de la persona afectada. Mientras se espera la llegada de los profesionales, se recomienda que el paciente permanezca en reposo, sentado o acostado, para reducir la demanda de oxígeno del corazón.

En casos donde la persona pierde el conocimiento y deja de respirar, iniciar maniobras de reanimación cardiopulmonar (RCP) puede ser determinante para su supervivencia.

Opciones de tratamiento

El diagnóstico oportuno permite aplicar estrategias médicas para restablecer la circulación. Los principales procedimientos incluyen:

  • Cateterismo cardíaco: un método mínimamente invasivo que permite eliminar la obstrucción en la arteria afectada.
  • Tratamiento farmacológico: administración de medicamentos anticoagulantes para disolver el coágulo y mejorar la irrigación sanguínea.

Ambos enfoques buscan minimizar el daño al corazón y facilitar la recuperación del paciente, quien permanecerá en observación tras la intervención.

Prevención: la clave para reducir el riesgo

El estilo de vida es determinante en la salud cardiovascular. Adoptar hábitos saludables como una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio, el control del estrés y la eliminación del tabaquismo contribuyen a reducir la posibilidad de sufrir un infarto. Además, realizar chequeos médicos periódicos ayuda a detectar factores de riesgo como hipertensión, diabetes o colesterol elevado.

La rapidez en la respuesta ante los síntomas puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Conocer los signos de alerta y actuar sin demora es fundamental para evitar complicaciones y mejorar las posibilidades de recuperación.