El conocido autor Eduardo Sacheri, se hizo conocido para el gran público por su novela «La pregunta de sus ojos». Libro en el que se basó la película argentina de Juan José Campanella «El secreto de sus ojos», cuyo guion coescribió. El afamado film argentino, protagonizado por Ricardo Darín y Guillermo Francella, logró el Oscar a Mejor Película Extranjera. En esta ocasión, Sacheri decidió usar su cuenta de X para contar «no un relato, sino un recuerdo».

A ver si en esta ocasión le encuentro la vuelta a usar esta red para algo distinto«, comenzó el novelista y profesor de historia. “Ni siquiera estoy seguro de saber hacer eso que llaman ‘hilo’. Pero vamos a intentar contar algo”, agregó. Entonces sus seguidores se concentraron en el posteo. “No un cuento, sino un recuerdo”, precisó. Luego, minutos antes del mediodía, comenzó a publicar lo escrito.

Esa mañana el autor de «La noche de la Usina» salió a correr por Castelar (para recuperarse de una lesión y “volver a jugar al fútbol un poco más”). Lo que removió su memoria fue una canción: “Flashdance”, un clásico de los ochenta. Y, cuando aquel tema sonó en sus auriculares, adivinó y dio forma a la reminiscencia.

«Primavera de 1983. Estaba en tercer año del secundario. En ese momento tenía “tres grandes deseos en la vida: política, fútbol y amor. Política: Que Alfonsín fuera electo presidente en las elecciones de octubre. Fútbol: Que el Independiente del Pato Pastoriza saliera campeón del Metro. Amor: bueno, de eso se trata esta historia, este relato, este recuerdo. Que la compañera de escuela de la que vivía enamorado me retribuyera ese amor”.

Amor y amistad

Un día una amiga de la chica lo invitó al cine. Irían él, su mejor amigo y las dos muchachas. El dato relevante es que su mejor amigo estaba enamorado de la amiga de su enamorada. “Un cuadrilátero aparentemente perfecto”, explica. Fueron al cine de Ciudadela un miércoles por la tarde con entradas a mitad de precio. “¿Había que ir a ver un musical, en lugar de una guerra o de aventuras o de espías o de acción? Paciencia. En la vida y en el amor a veces hay que hacer sacrificios, me dije”.

“De más está decir que me pasé la película sintiendo la presencia de la chica a mi izquierda. No me atrevía a mirarla. Ni hablar de rozarle los dedos. Nunca fui dado a las osadías, y a los 15 años menos que menos. A la peli le presté poca atención, pero la música, esa que hoy volví a escuchar, me envolvía mientras me imaginaba volviéndome hacia ella, hacia sus ojos verdes, entornando los míos y besándola como había practicado laboriosamente contra el espejo”.

Esa tarde volvieron todos en tren. El primero en bajarse es su amigo. Se despide y desciende en Morón. La chica que le gusta es la que sigue: Ituzaingó. Como la amiga de la chica no va a su casa sino a la de su abuela, Sacheri y ella se bajan y caminan juntos. El lugar de destino de ambos queda a pocas cuadras de distancia. Y ahí nos lanzamos a caminar, mientras en Castelar empieza a caer la noche. Y mientras caminamos me doy cuenta de algo”.

Las cosas no son como uno lo espera

De qué es lo que se da cuenta el protagonista de esta historia. “Esa chica es igual de linda, o más, que aquella de la que estoy enamorado. Y nos gustan las mismas cosas. Y nos reímos de los mismos chistes. Y me doy cuenta de algo más: es probable que yo a esa chica sí le guste. Hay algo en su manera de hablar, de mirarme, que se parece mucho a como yo vengo mirando a su amiga desde hace demasiado tiempo”.

Quiero seguir caminando hasta que se haga de noche, hasta que sea 30 de octubre y pasen las elecciones, hasta que avance diciembre y se defina el campeonato. Pero al mismo tiempo sé otra cosa. Y la sé con una hondura, con un peso, con una fatalidad que me aplasta. Mi mejor amigo está enamorado de esa chica (…) Sé, también, que no es correspondido. En eso los dos, él y yo, transitamos fracasos parecidos. Una parte de mí me dice que me lance a este amor repentino”.

Un preciado recuerdo

“¿A quién le hago daño?”, se preguntaba Sacheri en ese entonces. Ahora se responde: “No sé qué estará bien hoy, 40 años después, en los vínculos entre las personas. Yo, con 55 a cuestas, me doy cuenta de que el código moral más certero que gobierna mi vida lo aprendí en mi barrio. Lo que estaba bien ahí sigue estando bien. Y lo que estaba mal sigue estando mal”. Nunca le dijo a su amigo lo que pasó esa tarde. El tiempo siguió corriendo porque, dice, “cura esas cosas”.

”Por suerte, aunque jamás besé a ninguna de esas dos chicas, mis otros grandes deseos de finales de 1983 sí terminaron como yo quería. Raúl Alfonsín fue electo presidente. Y un gran Independiente se coronó campeón del Metro el 22 de diciembre”, explica el autor que, sobre el final, se despide así: “Que tengan buen sábado. Hasta cualquier otro día”.