Los carbohidratos, junto con las proteínas y las grasas, constituyen uno de los tres macronutrientes esenciales que proporcionan energía al cuerpo humano. Compuestos por azúcares, fibras y almidones, estos nutrientes desempeñan un papel crucial en nuestra alimentación diaria.

Investigadores de los Estados Unidos, pertenecientes al Laboratorio Jackson de Medicina Genómica y a la Universidad de Buffalo, han publicado en la revista Science un estudio revelador sobre la descomposición de carbohidratos complejos en la boca humana. Este hallazgo sugiere que la duplicación del gen de la amilasa salival (AMY1) pudo haber sido fundamental para la adaptación humana a alimentos ricos en almidón, como el pan y la pasta, hace más de 800.000 años. Este mecanismo fue un precursor clave antes del desarrollo de la agricultura, una actividad que transformó la vida humana hace aproximadamente 12.000 años.

Impacto en enfermedades metabólicas actuales

La investigación no solo arroja luz sobre la evolución de la digestión de carbohidratos, sino que también ofrece perspectivas valiosas para comprender enfermedades metabólicas contemporáneas. En un contexto global donde más de 2.500 millones de adultos enfrentan sobrepeso y obesidad, entender cómo el cuerpo procesa los carbohidratos puede ser esencial para desarrollar estrategias efectivas de prevención y tratamiento. La capacidad aumentada para descomponer el almidón gracias a múltiples copias de AMY1 permite una absorción más eficiente de glucosa. Lo que podría influir en el desarrollo de condiciones metabólicas.

Orígenes evolutivos de la amilasa salival

El vínculo entre el consumo de alimentos ricos en almidón y la duplicación del gen AMY1 ya había sido identificado por el bioantropólogo George Perry en 2007. Su estudio mostró que poblaciones que cultivaban trigo, ñame y otros almidones tenían más copias de AMY1. Lo que les permitía absorber mayores cantidades de azúcares y aumentar la supervivencia de sus descendientes. Ahora, los científicos de Buffalo y el Laboratorio Jackson han profundizado en este hallazgo. Demostrando que una mayor cantidad de genes de amilasa se traduce en una mayor producción de la enzima amilasa. En consecuencia, mejorando así la eficiencia en la digestión del almidón.

Relevancia para la salud y la nutrición

Según Omer Gokcumen, profesor en el Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad de Buffalo brindó declaraciones. «Cuantos más genes de amilasa tenga una persona, más amilasa puede producir y más eficazmente puede digerir el almidón». La amilasa no solo descompone el almidón en glucosa, sino que también contribuye al sabor del pan. Lo que hace que este alimento sea más atractivo y fácil de consumir. Estos descubrimientos destacan la importancia de la genética en la adaptación nutricional y abren nuevas vías para abordar problemas de salud relacionados con la dieta y la digestión.