La búsqueda por incomodar al rival debe tener un límite. La utilización de condiciones geográficas para condicionar el resultado de un partido de fútbol es admisible hasta cierto punto. Pero lo sucedido en el duelo entre Estados Unidos y Honduras por las Eliminatorias de la CONCACAF cruzó una línea que no puede permitirse.

El equipo norteamericano decidió sacarle jugo a su extenso territorio y programó el partido para que se juegue en Minnesota donde en invierno hace un frío atroz. Todo para tratar de condicionar a un rival cuyo territorio se ubica cerca del ecuador y por ende está acostumbrado a altas temperaturas.

Para el horario de inicio del encuentro, la temperatura anunciada era de -16º grados. Periodistas de la cadena TUDN que iban a transmitir el partido hicieron un experimento que dejó en claro la crudeza de la situación: sumergieron una remera en agua y comprobaron cuánto tardaba en congelarse. La prenda aguantó menos de dos segundos.

El estadio tiene un sistema de calefacción para el pasto, que evita que se congele incluso con las temperaturas más bajas, por lo que el partido pudo arrancar. En medio de ese contexto despiadado, con “alerta negra” y riesgo de congelamiento se jugó al fútbol. Para colmo, con el correr de la noche la temperatura bajó, el viento se hizo más intenso y la sensación térmica llegó a -29º.

Los jugadores hondureños resistieron como pudieron. Se abrigaron al máximo, con guantes, remeras térmicas, calzas y hasta el arquero se puso un pasamontañas. Pero, claramente no fue suficiente. Dos futbolistas del equipo visitante debieron ser sustituidos con síntomas de hipotermia. Una verdadera locura.

Estados Unidos no tuvo piedad y se llevó lo que buscaba. Se impuso por 3 a 0 con goles de Weston McKennie, Walker Zimmerman y Christian Pulisic. Con ese resultado llegó a 21 puntos, le sacó 4 a Panamá, el equipo que está en puestos de repechaje, y prácticamente abrochó su clasificación a Qatar.